viernes, 6 de febrero de 2009

En el norte...

En el norte se conjugan los desiertos, las pasiones, las fronteras y las almas. Todo el norte es como un solo corazón latiendo por una causa insurrecta. Somos siempre el norte, tan cercano a los sueños pero lejanos de la realidad.

Como gente del norte, nuestra latente e inevitable realidad que es la frontera, el comienzo-fin de la piel, aquí convergen tantas y tan pocas cosas. Los de acá, del norte, vemos más de cerca la realidad que siempre se plantea, se rumea y vomita finalmente muy diferente a otros que no somos nosotros, los del norte. Quien lee esto no necesita ya ser informado de la realidad salvaje, intempestiva, tormentosa que es la frontera, el muro, el silencio y la muerte, porque de antemano lo saben, saben lo que significa.

Emblemáticamente, el norte, la frontera, ha sido ,icono, bandera de los sueños de muchas almas anónimas cuyas historias se van acallando como el silencio que se oye en el desierto por la noche, historias que muchos saben, pocos cuentan, y todos recogemos pedazos de sus nostalgias.

Cuando uno viene, vive, y va al norte, siente en cada milímetro de su mente una hostilidad, producto claro, de la atmosfera que se vive, pero al mismo tiempo, se está sabido de esperanzas, sueños, privilegios y cosmovisiones diferente.

El alma del norte es rebelde, es una que vive, calla, pero siente y plasma a su modo la realidad, tal como en las artes o en la música, y así te deja solamente con la belleza depurada y maravillosa de sus desierto nocturnos claro y su gente. El norte es desierto, sierra, frontera, sueños rotos, industria, explotación obrera. El norte es capitalismo yanqui, pero también esperanza.

El norte es ambiguo:

Sonrisas y muerte. Vida y desierto.

Su gente, la norteña, con ese acentito característico, es muy peculiar. Y aunque lamentablemente los hay mas consumistas de tristezas norteamericanas, también hay cosechadores de oleaje endémico, lleno de nuestra propia identidad. Acá, así como uno se puede perder en la inmensidad de sus desiertos, se puede perder en las interminables segundos que representa esperar a cruzar “al otro lado”.

Resulta triste pues que “el otro lado” forme ya parte de nuestra esencia de vida, más que en cualquier otro lugar. Pero al mismo tiempo, es reconfortante saber que existimos personas que ni un solo día de nuestras norteñas existencias hemos pisado suelo capitalista y etéreo, el muro, aun así, se vuelve parte de ti, es como una extensión de tu propio ser, que te dice a gritos amenazantes demasiadas cosas como para murmurarlas, pero que un así sabes.

Una diferencia importante entre nuestro desierto y el de ellos, los vecinos güeros, es que el nuestro está lleno de vida, de identidad, de sonidos y caricias arenosas del viento, y el de ellos, los capitalistas, es el que está lleno de agonías de las ultimas miradas de nuestra gente, que por un sueño verde, dejan atrás a sus familias y a su propia esencia. El desierto de nosotros, embelesa, el de ellos, mata, con todo y esperanzas.

El norte es extremoso, en la amplia extensión de la palabra, desde un calor apabullante, hasta un frio que eriza los vellos de la nuca como si fuera el miedo mismo el que te observa,

El extremo también se llama a la forma de vida de su gente, la diversidad pues, de lo que somos. Somos poetas, actores, músicos, alegres, melancólicos, y ¿cómo no? También “pisteadores” (tomadores), acompañados de una buena y fría Tecate roja.

Los del norte sabemos de narcos, carencias, y balazos, pero también sabemos de carne asada y buenas “morritas”.

El origen del norte son sus indígenas ultrajados “en el nombre del señor”, ellos, los del norte que surgieron del margen del rio, y de los valles y costas del mar antiguo. La tradición oral de nuestros pueblos étnicos es maravillosa, como la de todos nuestros orígenes.

El norte fué construido entonces inexplicable e irracionalmente en el desierto, donde el silencio cubre ahora los gemidos de la violencia.

Pero ¿de qué servirían los contrastes si no fueran para moldear nuestra identidad de esta manera? Tan de nosotros, tan sedienta. Gritando las furia que sentimos y que vive en nuestra alma, por estar tan cercanos a eso que llamamos “el otro lado”. De que serviría entonces que nos llamáramos “del norte” si no existiéramos de tal modo?

Si, nuestra furia subversiva es igual a la de cualquier alma anarquista, comunista, o como quieran llamarle, pero es algo distinta, pero la nuestra es algo particularmente diferente, porque es fronteriza, nuestro sentir es fronterizo. Sucumbe a unas cosas, y protesta ante otras.

Somos desierto y frontera, frio y aridez. Amamos nuestra tierra. Somos nosotros, un pueblo del desierto, de la frontera. Somos el brazo de México asido al infinito. Somos uno solo, y somos solo un esbozo de la razón humana.

el tiempo...

Tiempo,

esfera que lo abraza todo,

imagen móvil de la eternidad.

En el tiempo no existe la forma de mi alma,

Solo,

la de un estado a otro de la vida.

El universo, el ser, y el tiempo:

latentes, etéreos, infinitos.



El tiempo está sentado en una banca del parque

Esperando que la vida o la muerte pasen junto a su lado.



El tiempo esta acostado y escucha…

Y simplemente el destino,

le canta....