viernes, 31 de octubre de 2008

La mariposa quemada...

Ví una paloma muerta a media calle. Era tan poética. Ya no agonizaba. Su dolor había terminado. Es cierto para ella su vida era hermosa, podía volar, pero algo pasó y ahora yace inerte en el pavimento. No tenía cabeza. Pero sus alas estaban extendidas como si justo antes d emorir hubiera emprendido un vuelo.
Anoche quemé mi piel con cigarros. Mi brazo derecho. El dolor era agónico. Así también mi existencia. No sé como explicar lo que anoche me produjo ese dolor. Una especie de placer y magia.
Un dolor fuerte.
No lloré.
Las razones por las que hice eso son variadas. Es mi castigo, mi penitencia, mi manda, y un reflejo muy grande de la tormenta que ocurre dentro de mí.

Escuchaba música estridente al principio.
Tenía un chingo de miedo. Quería llorar. Era una lucha interna. Pero necesitaba hacerlo. Me animé. Le dí una fumada grande al cigarro, me así al barrote de la cama, mordí la almohada,
–no grites te pueden escuchar-
y después de varios intentos, apague el cigarro en mi antebrazo.
Un dolor insoportable.
Paré.
Tomé cuenta de lo que estaba haciendo.
Y continué en mi labor.
Tenía un chingo de miedo. Lo tengo.
Pero lo que sentía era restaurador.
Cambié el cd. Algo de Chavela, arráncame la vida. Y quize volver a hacerlo. No pude hacerlo de la misma manera. Es difícil.

Cambié de posición.
-Sólo no grites, que te pueden escuchar-
Prendí otro cigarro. Y ahora, simplemente lo acerqué a mi piel, en el mismo lugar de antes. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Respiré hondo. Y comencé a hacerlo.
Era tan hermoso. El dolor era bastante. Muy fuerte. Pero poético. Tal como esa paloma en el asfalto. Tal como la muerte en sí, o las palomillas en una parrilla de auto.

Observé como se iba lacerando mi piel, como iba sufriendo.
Pero era poético.
Hice una herida grande, ovalada. Bella.
Y reventé el ámpula. Quedó la carne viva.
Pura. Hermosa.
Apareció en los audífonos “Cumbia del mole” de Lila. Me dio alegría, me cambió el semblante. Ya no dolía tanto, el alma, y el brazo. Y me quedé dormida.

Hoy, duele y arde como la chingada, desde el codo hasta la muñeca y la palma. Creo que se está infectando. No tengo dinero para algún antibiótico. No sirvió de mucho la quemada.
Los recuerdos, el dolor, la agonía, el arrepentimiento, la preocupación, la desesperación y la soledad, siguen ahí…

3 comentarios:

Julio dijo...

Me dolio!! haste percibí el olor a carne quemada, mezclada con tequila añejo y a culpas ordinarias, a queja de lo que en verdad duele y atormenta dentro, ahi, donde solo Tú procuras no recordar...

Julio Romano O. dijo...

De alguna manera, parece que el hecho de que se acabe el dolor es indicio de que se acaba la vida.

Anónimo dijo...

cuando tu mundo es un papel cuadrado que una mano escribe,
impulsada por el odio, ves el amor como una enfermedad,